sábado, 6 de diciembre de 2008

Día perfecto para la fería


Un cálido domingo de agosto se planta en la ciudad. La feria de lejos se ve atestada de gente, mucha verdura y uno que otro par de pantalones y zapatillas usadas. De pronto dos niños con unas pistolas de juguete se agolpan entre la gente y gritan- Esto es un asalto-. Qué paradoja.

Es extraño cuando uno va con muchos prejuicios a un lugar, es como ir a una fiesta con una predisposición a pasarlo mal y cuando te vas recién te das cuenta que fue una noche bastante buena. Pasa lo mismo acá, mucha tergiversación de los medios cuando realmente no es tan malo a como lo pintan. Ir un día domingo a la feria parece ser el perfecto paseo de fin de semana, en la “temible” Colón oriente ó 9000 como le llaman algunos.

Sigo adentrándome en el lugar, el griterío era inevitable, se escuchan de lejos los clásicos “Casero, las papas, las lechugas”. Traté de percibir cada detalle del lugar, y en ese mismo instante pregunto por unas zapatillas Adidas que se veían bastante bonitas, pero la respuesta no era la que esperaba, ¿cincuenta y seis mil pesos? Pensé, me vieron la cara (¿de pavo?), di unas tímidas-Gracias- y me retiré sin mirar atrás, con las orejas abajo como uno de los tantos perros que se podían ver en el lugar.

Me quedé mirando, desde atrás de una reja, un partido de fútbol de dos equipos del barrio, en una cancha de pasto sintético (grande, pero horrible). Dos personas me llaman mucho la atención en las graderías, porque parecían realmente desinteresadas del encuentro, como obligadas a estar ahí. Me cuesta un poco entrar al lugar, la “clásica” guardia me lo impide. Logro mirar desde lejos, sin embargo, el calor y el olor a empanadas de pino me hacen moverme. Ese irresistible aroma del pino, me recuerda a fiestas patrias, ya puedo imaginarme el lugar en esa fecha. Lleno de banderas, mucha cueca y harta empanada, ¡qué delicia!

Algunos pitillos de color (Pelolais) se divisan en el lugar, que me hacen reflexionar que a pesar de que lo mucho que reclaman contra la “mancha” de Las Condes, igual se congregan en algo tan típico como la feria de domingo. Extraña apreciación.

De todos modos es estresante tanta gente en una calle muy pequeña, bueno igual que todas las ferias, pero esta tenía algo especial, algo tan hogareño o quizás ese toque tan clásico de poder encontrar a alguien que vende libros “piratas”, o alguien que vende juegos de computador grabados o el típico personaje que te hace la oferta de la vida, que te duele al no poder aceptarla. La esencia de barrio todavía no se pierde, es como si todos los domingo, la comunidad se congregara por un sólo propósito, la feria dominical. El único problema es que me quede con ganas de una empanada, bueno tendré que esperar hasta septiembre.

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